En ocasiones no hace falta más que ir a la RAE

Expectar no es Esperar, o sí…

Si echamos un vistazo al RAE encontramos dos definiciones de «expectativa«:

  1. Esperanza de realizar o conseguir algo.
  2. Posibilidad razonable de que algo suceda.

Nada que no sepamos… Puede que de modo formal o de modo intuitivo (o los dos) todos seamos perfectamente capaces de diferenciar racionalmente estos dos procesos que tienen la misma etiqueta: «expectativa». Pero en más ocasiones de las deseadas, cuando nos proyectamos en el futuro y «esperamos» que algo suceda, no acabamos de tener bien claras estas distinciones.

Extendiéndonos un poco en las definiciones de la RAE vemos que:

Hay un «expectar» que suceda algo que se ajusta a nuestros deseos, necesidades, esperanzas, a nuestras ideas más o menos formalizadas de «cómo debe ser el mundo». Estas expectativas son proyecciones de lo que nos gustaría que ocurriese, sea esto un suceso, una acción, un resultado, algo que haga alguien…

Otra cosa es cuando este expectar esta basado en las posibilidades de que algo ocurra, y si hablamos de posibilidades tenemos que hablar de lo que sabemos. Posibilidad y probabilidad no son lo mismo, pero ambas dos están basadas (o de deberían estarlo) en la experiencia y en el conocimiento empírico del mundo.

Rafael Oliver. ¡Expectativas!

Foto de Ronak Valobobhai en Unsplash

En las relaciones personales es muy común «esperar» que alguien haga algo (lo que sea) y que esta espera no sea más que una proyección de «deseos» de quien espera. Esperamos que suceda algo aunque esta expectativa esté en total contradicción con nuestra experiencias previas.

A modo de ejemplo:

Esperar que alguien reaccione de una manera determinada cuando habitualmente lo hace en un sentido contrario. Nuestra experiencia nos dice que esa persona se suele comportar de un modo determinado pero esperamos que lo haga de un modo distinto y más en concreto como a nosotros nos gustaría.

Imagino que a alguien le suena todo esto, ¿verdad?

Cuando en un «acompañamiento personal» llegamos a este punto, la persona «expectante» suele rebelarse ante estas observaciones. Sabe que la experiencia previa le dice que es muy improbable que la otra persona haga lo que ella espera, pero no puede dejar de hacer esas proyecciones.

Hay muchas maneras de justificar dichas proyecciones:

  1. La conveniencia de comportarse de una manera socialmente aceptable («Deberías hacer…»).
  2. Pensar que es por el bien de la otra persona («Sería bueno para ti…»).
  3. Intentarlo, intentar que la otra persona haga algo diferente a lo que es empíricamente esperable, porqué de lo contrario «¿qué me espera?».

Este último punto es especialmente interesante: Esperamos que la otra persona sea o actúe de acuerdo a nuestras proyecciones con el pretexto de que lo hacemos por su bien, pero en realidad hay un intento de cambiar a esa persona, de que sea, piense, actúe, sienta de un modo distinto a como lo hace.

Subyace la idea de que no nos gusta como es y que queremos cambiarla. No la aceptamos (en algunas facetas) y queremos que cambie, y nos entregamos a esta tarea con mil justificaciones.

A modo de resumen me gustaría lanzarte dos ideas fuerza:

  1. Ese esperar que contradice a nuestra experiencias previas, a lo que sabemos de nosotros mismos, de los demás, del mundo… Es enternecedor darse golpes en la cabeza contra la realidad…
  2. Ese otro esperar que es en realidad una lucha para no aceptar según que cosas de nosotros mismos, de los demás, de la vida…

Nuevamente al tocar el tema de la aceptación en las sesiones de «acompañamiento personal», viene aquello de confundir aceptar con resignarse, y claro eso puede provocar reacciones importantes. Por un lado la persona que contesta con aquello de «yo no me resigno, no me acomodo», por otro lado puede sentir que la llama «manipuladora» por cuanto trata de cambiar a alguien (por el bien de esa tercera persona, of course!), pero lo importante es la tercera reacción, la frustración inicial que supone aceptar que algo es como es y que poco puedes hacer para cambiarlo…, ¡salvo aceptarlo!

Un gran amigo mío es un estudioso y práctico de la «aceptación», y a lo largo de muchas charlas le hemos dado mil y una vueltas a este proceso tan maravilloso que es la aceptación, a las diferencias con otros procesos como la resignación, a la frustración que supone aceptar según que cosas, pero también a la fuerza transformadora que tiene aceptar a los demás, a la vida, al mundo, y no te digo nada al aceptarnos a nosotros mismos hay y como somos (observémonos en nuestro pensar-sentir-hacer).

Hemos empezando hablando de «expectativas» y acabamos hablando de «aceptación»… Nunca sabemos lo que puede suceder al abrir un tema, las conexiones neuronales nos juegan estas pasadas… ¡Feliz Año!

1 Comentario

  1. Juan Carlos Torres

    Me parecen dos temas muy interesantes, que estoy seguro que nos pasan a la inmensa mayoría, por no decir a todos, por no generalizar, de una manera tan inconsciente que no nos damos cuanta de esto. Pero estás lecturas nos ayudan a eso, a darnos cuenta y decir: Ostras, eso me está pasando a mí!!!! e iniciar el camino de la aceptación. En mi caso, puedo tardar años en aceptar algún asunto, pero cuando lo consigo, la paz es inmensa.
    Gràcies Rafa.

    P.D. Y no, aceptación no es igual que resignación o rendición.
    Aceptar es contemplar con la mirada del dios que llevamos dentro

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